jueves, 18 de septiembre de 2014

Entrégate Capítulo 8


Capítulo 8


Me hace pasar con un gesto galante, sin dejar de sonreír.
—Siéntate —me dice. ¿Cómo es posible que el ogro malvado se haya convertido de golpe en el príncipe encantado? ¿Cómo puedo soportar que me dé órdenes de esa forma y además cumplirlas sin chistar? Él otro Jaejoong es quien está a cargo ahora y yo no hago nada para impedirlo. Obedezco y me siento en el borde de la silla.
Estamos frente a frente una vez más, pero en esta ocasión hay un escritorio de por medio. No tengo idea de por qué estoy aquí, cuando falta un cuarto de hora para las tres y yo tengo una entrevista laboral.
El asunto es que no puede importarme menos perder esa cita, porque prefiero quedarme aquí perdiéndome en sus ojos.
—Ese corte te sienta de maravilla, Jaejoong. Te hace más hermoso, si eso es posible. Pero no me sorprende. No debe de haber cambio que a ti te quede mal, con esa carita... Dime, ¿qué edad tienes?
Siento que me he perdido algo. ¿Por qué este hombre me habla con esa familiaridad? No lo conozco, no me conoce, pero se dirige a mí como si fuésemos cercanos, como si tuviésemos una relación. Lo veo la mar de cómodo, recostado en su sillón, sonriendo encantadoramente, diciéndome cosas bellas, haciéndome preguntas. Pero hay algo que no termina de cuadrarme.
—Veintiséis —murmuro.
Tengo la lengua trabada. No puedo hacerle caso a Jaejoong él Curioso, que me susurra al oído: «Ahora pregúntale tú qué tiene con esa Go Ara, ya que estáis en plan de preguntas personales». No me atrevo. Y él no parece tener ningún interés en justificar el extraño comportamiento de su mujer. No hace referencia a ella en ningún momento. Es como si no hubiese existido la escenita de histeria de ahí afuera. Me siento contrariado, incómodo. Definitivamente hay algo que...
—¿Y cómo te gusta que te llamen? ¿Jae, quizá? Porque estoy seguro de que nadie te llama por tu nombre completo, por más bonito que sea —pregunta, y yo quisiera saber hasta dónde quiere llegar con todo esto.
—Casi todos me llaman Jaejoong —respondo.
—Jaejoong. Precioso. Como tú.
Me remuevo en la silla. Mi incomodidad crece. Por un lado, cada palabra de él hace que se me ericen uno a uno los cabellos de la nuca. Y también otras cosas... Pero por otro, no puedo conciliar a este Jung, con el «Señor Ha Sido un Placer» y con la fiera de ojos cafés.
—Yo... no sé por qué estoy aquí. Es decir, por qué me ha pedido que viniera a su despacho.
—No te he pedido eso. Yo te he traído, Jaejoong. Y creo que no eres ningun ingenuo, así que te debe de resultar más que obvio por qué lo he hecho —me dice, mientras su boca se curva en una sonrisa sensual. Mierda, necesito encender un cigarrillo porque los nervios me están matando. No estoy acostumbrado a que alguien flirtee de forma tan directa conmigo, y... ¡Joder! Eso es, me acabo de dar cuenta de qué es lo que me molesta tanto.
«Te equivocas, Jung Yunho. Sí soy bastante ingenuo, porque he tardado siglos en captar qué es lo que me perturba de esta situación, además de tu intensa mirada café», pienso, pero sólo sonrío y miro para otro lado. Lo que me causa toda esta incomodidad es tomar conciencia de que esto no tiene nada de magia, ni de amor a primera vista, ni nada. Esto es un flirteo común y corriente. Se trata de algo tan viejo y trillado como lo es un hombre diciendo galanterías para arrastrar a alguien a la cama. Nada más complicado que eso. Y yo, como el estúpido que soy, le puse adornos y fantasías, le metí un poco de humo rosa y caminé como entre nubes creyendo que el gran amor de mi vida iba a vencer cualquier obstáculo para tenerme consigo.
Eso es lo que hacen los kilos de novelas románticas que he leído: trastornarme la cabeza y hacerme desear lo que en la realidad no existe. ¡Qué iluso! Ojos cafés y el señor Jung Yunho son la misma persona. Es decir, el abogado antipático y soberbio, y el hombre que atrapó mi mirada en el ascensor de Torre Seúl son uno. Así es Jung: un hombre inescrutable, reservado, políticamente incorrecto, nada amable, más bien rudo. Pero cuando lo que tiene entre las piernas toma el timón, todo cambia. Ahí aparece la sonrisa, el sentido del humor, las frases galantes. Hubo un Yunho antes del dichoso «¿Bailamos?» y otro después, uno que se deshacía en sonrisas. Hubo un Yunho antes de mi llanto telefónico y otro después, que me decía «Ha sido un placer» a modo de despedida. Y ha habido un Yunho antes, mientras discutía con su mujer, y otro después, cuando ha visto a la presa fácil que era yo y ha decidido cazarla con puro encanto.
Y ese Yunho aún está aquí y sigue tejiendo redes en las que yo me enredo más y más. Soy un tonto. No hay magia, no hay nada. Aquí sólo hay un macho que se está poniendo la máscara de príncipe de ensueño y lo único que quiere es metérmela bien adentro. Está más que claro. Tendría que marcharme sin ninguna explicación. Tendría que dejarlo plantado y confuso, pero prefiero hacer otra cosa. Él Jaejoong de antes hubiese corrido despavorido, pero el de ahora, no. Él audaz Jaejoong quiere jugar con fuego, pero no será él quien resulte quemado. Me humedezco los labios con la lengua y lo miro a los ojos.
—De verdad me sorprende que me recuerde. Después de todo, fue un segundo en el ascensor...
—Un segundo muy intenso. No me quedaron dudas de que en ese instante nuestras almas se tocaron, Jaejoong. Y si no hubieses huido así...
Pero este hombre tiene el rostro de piedra. Su mujer en el piso y él haciéndose el galán con un desconocido en el ascensor. Y pretendía que me hubiese quedado. Me irrita tanto que tengo ganas de golpearlo.
—Está jugando conmigo ¿verdad?
—De ninguna manera. Y, por favor, trátame con menos formalidad. Puedes tutearme, que no soy tan viejo.
—¿Qué edad tiene, digo, qué edad tienes? —me atrevo a preguntarle.
—Treinta y ocho. Y si parezco mayor es porque he llevado una vida muy dura —me responde riendo, y puedo notar cómo se le forman unas arruguitas en torno a los hermosos ojos. ¿Cómo puede mostrarse así de tranquilo y relajado cuando yo estoy hecho un manojo de nervios? ¿Cómo puede ser tan guapo, por Dios?
—Mire, esto es muy divertido, pero tengo que irme. Tengo una cita para conseguir empleo y me están esperando, así que... —le digo, mientras me pongo de pie. De verdad quiero marcharme, necesito ordenar mis pensamientos, porque este hombre me confunde y me hace sentir más tonto de lo que soy.
—De ninguna manera, Jaejoong. No te marcharás sin que discutamos lo que nos pasa y evaluemos cómo continuar —me dice.
¿Qué? ¿Evaluar lo que nos pasa? Este hombre está loco. ¿Quiere que hagamos un diagrama de flujo en el ordenador para ver si nos acostamos o no? Este Yunho se pasa de «Yunho». Quiere terminar de destruir mi fantasía, para que no me queden dudas de que no es el hombre indicado. Y lo está logrando, de veras que sí.
—No sé a qué se refiere... —comienzo a decir, pero él me interrumpe.
—Sí lo sabes. Ambos sentimos algo muy fuerte desde el primer momento en que nos vimos. No te haces una idea de cuánto he pensado en ti, y cuánto me he arrepentido de no haberte seguido aquel día. Y ahora que el destino te ha traído a mí, no pienso dejarte escapar... Qué hijo de puta. Cómo me dice una cosa así... Estamos en la puerta del despacho y él no hace nada para detenerme, pero no me puedo ir. Permanezco como hechizado, con los pies clavados en el suelo y la mirada en sus ojos.
No puedo permitirme flaquear. No puedo permitirle que continúe jugando así conmigo. Tengo que romper este embrujo, tengo que hacerlo...
—Mire, señor Jung, me gustaría estar a la altura de las fantasías que ha tejido en torno a aquel encuentro, que reconozco que por estar yo algo vulnerable resultó un tanto extraño mi comentario fuera de lugar, pero...
—Basta, Jaejoong. No intentes poner distancia ni minimizar lo que sucedió ese día, ni lo que está sucediendo ahora... Por alguna razón, tú y yo estamos unidos. Incluso cuando no estabas te sentía cerca —me dice, súbitamente serio.
No puedo con esto. Sencillamente, no puedo. Tengo que hacer algo para enfriar este asunto, porque me estoy quemando vivo. Tiene razón, hay algo que nos une y yo necesito cortar ese hilo invisible, porque sé que me va a hacer daño, y mi alma no lo soportaría. Trago saliva, saco valor de no sé dónde y le digo:
—¿Ah, sí? ¿Te sentiste así de cerca cuando me dijiste que ninguno de mis problemas era tu especialidad?
No puedo creerlo. Me he atrevido y se lo he dicho. Y también lo he tratado de tú.
—¿Qué? —pregunta sorprendido.
—¿No te acuerdas? Te llamé el viernes por teléfono para pedirte una entrevista y me despachaste sin contemplaciones.
—¿Eras tú? —me pregunta incrédulo. Disfruto de su confusión, lo disfruto muchísimo. Ahora puedo ver al verdadero Yunho.
 Ahora aparece el señor Jung y su sonrisa es cosa del pasado. Ahora puedo ver su verdadero yo. Sonrío triunfante: he logrado desenmascararlo por fin. Adiós abogado galante, bienvenido sin adornos, sin piropos, sin la notoria intención de llevarme a la cama. ¡Te he atrapado! Tengo el control en mis manos y lo disfruto.
—Era yo. Perdón por haber interrumpido tu partido de...
—Squash —dice secamente. Ya no se está divirtiendo, pero yo sí. Y mucho. Parpadea rápidamente y puedo ver que está tratando de hacer memoria. Lo veo en el mismo proceso que he recorrido yo momentos antes: intentar conciliar al señor Kim, el pájaro de mal agüero, despedido, accidentado, embarazado... y él dulce chico del ascensor. No le será difícil, a ambos los tuvo llorando sólo para él.
—No fuiste muy amable que digamos. No hubo conexión esa vez, me parece —le digo y Jaejoong el Sarcástico está loco de contento, porque le he hecho caso. Su rostro parece ahora una máscara de piedra. No sé si se siente avergonzado, o si al darse cuenta de la lista de problemas que cargo en mis espaldas lo ha asustado. Lo cierto es que he logrado dar por tierra con sus intenciones de echarme un polvo y a volar. Ya no es necesario su derroche de galanterías, y toda su batería de halagos pierde sentido.
—Y ahora, con tu permiso, me retiro. ¡Ah!, ya me he entrevistado con uno de tus abogados, que a eso he venido, aunque no me lo has preguntado. O quizá has creído que de veras había venido por ti...Esas cosas no pasan, abogado —le digo, mientras sonrío y pongo la mano en el picaporte.
Pero el Osado Jaejoong no tiene en cuenta que está ante la fiera de ojos cafés y se queda sin aire cuando él pone la mano sobre la suya para impedirle que se marche. Ay, Dios. ¿Otra vez esta debilidad, esta laxitud? ¿Esta sensación de estar cayendo en un pozo sin fondo? Mi seguridad recién adquirida se hace añicos ante su contacto y la cabeza me da vueltas de tal forma que tengo que cerrar los ojos un momento.
Cuando los abro, su rostro está a centímetros del mío y él ya parece completamente repuesto del golpe de gracia que he intentado darle.
No me muevo. Me besará, lo sé. Y bueno, ¿qué es un beso? ¡Nada! Me merezco darme ese gusto. «Porque yo lo valgo», como dice el anuncio. ¿Por qué no? ¡Puedo permitírmelo! Lo dejaré besarme y luego me iré. Sólo un beso, lo prometo. Es un premio para mí por... ¡Bah!, no importa por qué. Tengo sobrados motivos para merecer un beso de esa boca hermosa que tengo tan cerca de la mía.
 No puedo apartar los ojos de ella. Está tan cerca, que su mentolado aliento me roza la cara, y me muero de ganas de probar su lengua.
Pero él me hace desear... Qué hábil es. Entreabro los labios y cierro los ojos para que entienda que no voy a rechazarlo, y espero... Nada.
—¿Así que estás buscando trabajo? —me dice de pronto
—Excelente, yo tengo algo para ti.
¿Qué? Es un... ¿Me ofrece trabajo y no un beso? Joder, prefiero el beso. Ya me las arreglaré yo para conseguir empleo. Empleo... Ato cabos y caigo en la cuenta de lo que quiere ofrecerme.
—¿En su casa, con su hija? No, gracias. Ya me ha dicho... Go Ara, que no soy lo que ustedes tienen «en mente» para un profesor.
—¿Has estado en mi casa? ¿Por eso Go Ara parecía tan contrariada hoy? ¿Qué pasó entre vosotros, Jaejoong?
—Eso quisiera yo saber. Me descartó antes de entrevistarme, porque no le gustó mi aspecto.
—Imagino por qué —me dice, alzando las cejas. Y luego agrega—: Eres demasiado hermoso y ella no soporta tener a su lado a alguien que le haga sombra.
De modo que es lo que yo pensaba. Go Ara es su mujer y él es un verdadero hijo de su madre al intentar algo conmigo. Estoy tan enojado que no atino a decir palabra. Él lo hace por mí:
—Así que, después de todo, el destino sí se empeña en unirnos, Jaejoong. Te ofrezco trabajo aquí en el bufete. Estoy seguro de que cumples todos los requisitos. Para empezar, tienes...
—Buen trasero —dice el Jaejoong sin filtro que vive dentro de mí, y yo me horrorizo al escucharlo. La imagen del secretario complaciente se me ha venido a la cabeza.
—Iba a decir «buena presencia», pero tengo que admitir que es completamente cierto lo que dices. Aunque no es un requisito excluyente, claro —añade con una mueca sensual que se transforma en sonrisa al instante.
—Lo siento.
—No hay problema.
Estamos repitiendo el diálogo telefónico. Sólo le falta decirme «Ha sido un placer», y ahí sí que lo cojo de la camisa y hago lo que deseé hacer desde el instante en que lo vi por primera vez, arrinconarlo contra la pared y morderle la yugular. Y hasta la última gota de sangre no me detengo...
—Creo que no es buena idea. Me parece que buscaré algo relacionado con lo mío.
—¿Y qué es lo tuyo?
—Periodismo.
—Perfecto, necesito un jefe de prensa.
Pero qué reverendo hijo de... Si hubiese dicho «cocina» seguro que necesitaría un cocinero. No se da por vencido. Yo creo que sabe que está ganando... Hago unos torpes intentos de resistir, pero me parece que es inútil.
—Eso me queda grande. Y no creo que sea cierto que lo necesites.
—¿Estás seguro de saber qué es lo que necesito y lo que no, Jaejoong? —ronronea, peligrosamente cerca de mi oído.
Cuando se inclina, su cabello un poco demasiado largo le cubre la frente y parte de los ojos.
Me pregunto cómo alguien puede verse tan descuidadamente encantador y el corazón se me dispara. Mierda. Me entrego, ya no puedo más. Me ha ganado. A mí las cosas me pasan de golpe. Despido, separación y accidente. Encuentro, deseo y empleo.
Así es mi vida. Debo acostumbrarme a eso...Me aparto, pero no me voy. Regreso a mi silla, mientras pido con mi mejor cara inexpresiva.
—Hablemos de ese empleo. Te escucho.

Casi puedo percibir la amplitud de su sonrisa a mi espalda. Él sabe que ha ganado. Pero ésta es una guerra. Esto justo no ha hecho más que empezar.




4 comentarios:

  1. YH ..el primero que se atreve a dar ese paso y jae sacando su otra faceta… .a esperar que trabajen juntos

    ResponderEliminar
  2. yunho va directo a lo que quiere xD jae dejate llevar yo se que tambien lo quieres *O*

    ResponderEliminar
  3. jajajaja me mato JaeJoong con eso de que prefiere el beso al traba XD

    ResponderEliminar
  4. Si, si jae, yunho a ganado pero no te hagas q tu tambien has ganado *q* se buen chico y dejate querer XD

    ResponderEliminar