lunes, 8 de septiembre de 2014

Entrégate Capítulo 4


Capítulo 4



El psicólogo que me recomendó mi amigo resulta ser un completo desastre. Casi me caigo de culo cuando se recuesta en el sillón y me ofrece un porro. Salgo corriendo del antro que él llama «consultorio», jurándome no regresar jamás, y pensando seriamente en denunciarlo. Me pregunto si el terapeuta de Junsu, que también es su último ligue, estará tan loco como éste y tomo nota mental para averiguarlo luego.
No tengo más remedio que recurrir a las páginas amarillas y, como no tengo nada que perder,elijo uno que me queda a sólo dos calles de casa.
El doctor Shim Changmin es un hombre encantador. Me siento cómodo con él, con lo que dice y también con sus silencios. No es la primera vez que comienzo terapia, pero sí es el primero que me da consejos sin que tenga que suplicárselos.
—Eres un superviviente, Jaejoong. Tienes una resiliencia a prueba de todo.
—¿La tengo? Intento sobreponerme, es verdad, pero es más por inercia que por convencimiento.
—Tienes que hacer desaparecer esa inercia. Has dejado que pisoteen al verdadero Jaejoong durante mucho tiempo... ¿Por qué no le permites salir?
—Lo haré, Changmin. Pero antes tengo otras cosas en mi lista de prioridades. Y la principal es conseguir un empleo para irme a vivir solo.
—Tendría que haber otras cosas en esa lista antes que eso. Necesitas hacerte valer para quererte más. ¿Qué hay del injusto despido de tu empleo anterior? ¿Y de la persona que te atropelló? ¿No vas a hacer nada al respecto?
—Changmin, no tengo idea de quién es esa persona. Además, la culpa fue mía, por cruzar sin mirar. Y sobre mi despido... Es inútil, no puedo demostrar que me despidieron porque sabían que estaba embarazado, así que para qué perder el tiempo, ¿no?
—Yo no lo veo así. En primer lugar, averigua si el accidente fue archivado como «intento de suicidio», porque muchas veces la policía hace eso. Si es así, te conviene consultar a un abogado, porque es un antecedente nada deseable.
—¿En serio? —pregunto sorprendido.
—En serio. Y en segundo lugar, y también tiene que ver con consultar a un abogado, no dejes así lo del despido. No te digo que guardes resentimiento en tu corazón, sólo te pido que te asesores, Jaejoong.
 Lo miro aún asombrado. Lo siento más un amigo que un terapeuta. Él me sonríe y luego se apresura a aclarar:
—No soy un psicólogo tradicional. Utilizo muchas técnicas de coaching y eso quiere decir que voy a ayudarte a organizarte en más de un aspecto, para que puedas llevar una vida más plena.
—¿Me vas a organizar la vida?
—Te voy a dar una mano y, cuando estés listo, te la voy a soltar. La idea es que aprendas a quererte, a desarrollar tus habilidades y lograr tus metas. Tienes una lista, ¿verdad? Bueno, pon «asesorarme con un abogado» en ella.
 Le hago caso inmediatamente. Pongo esas mismas palabras debajo de «cortarme el pelo» ya que lo tengo demasiado largo y encima de «alejarme de mi madre». Él mira por encima de mi hombro y ríe.
—Changmin, ¿podrías recomendarme uno?
Él piensa y luego se pone de pie y busca entre sus cosas. Trae una tarjeta en la mano.
—Toma nota, Jaejoong. Señor Jung Yunho. 082-6091804. Es el padre de una paciente. No lo conozco profesionalmente, pero he oído hablar de él en alguna ocasión y parece que es bueno.
Le doy las gracias por el dato. Entre Junsu y él van a terminar por encauzar mi vida, si es que mi madre lo permite.
La insoportable Geum Min está más insoportable que nunca. Me había olvidado de lo que era vivir con ella y en estos días he comprendido de pronto por qué me embaracé y me casé con Yuu a los diecinueve: para huir de mi madre. Y, por increíble que parezca, todavía pienso que hice bien. Es algo difícil de describir. No es sólo lo que me hace, sino también lo que me dice. Y lo que no, porque, cuando calla, sus suspiros de resignación son como puñales. Está mortificada porque tenía sueños inmensos para su único hijo y yo me encargué de arruinar cada uno de ellos. Está dolida porque no lloro en sus brazos y porque llamo a Junsu cuando me siento triste. Está amargada porque no me parezco a ella y porque soy un recordatorio constante de su escaso éxito como madre. Yo la quiero. Es mi madre y la quiero. Pero ya no soporto vivir con ella...
En la camioneta, cojo la agenda y consulto mi lista de objetivos de esta semana:
*Buscar empleo
*Cortarme el pelo
*Asesorarme con un abogado
*Alejarme de mi madre
No sé si ése es el orden correcto de mis prioridades. Cierro la agenda, pero antes subrayo tres veces el último ítem para que el universo sepa dónde debe conspirar para cumplir mis deseos más urgentes. No me fue muy bien con los anuncios del periódico, así que decidí ir directamente a una agencia de colocación.
El resultado no fue mejor. No había nada para mí, por lo menos nada para lo que estuviese preparado.
—Lo único que tengo a corto plazo es un trabajo de canguro. Piden a una persona culta y con experiencia. En realidad, necesitan una especie de profesor en casa para una niña de cuatro años, ¿le interesa? —me pregunta una joven pecosa de enormes gafas.
—Sí, por supuesto —me apresuro a responder.
—¿Y qué experiencia tiene? —pregunta, levantando exageradamente la nariz.
—Pues... he trabajado en una guardería —le digo, sin apartarme de la verdad. Omito contarle que fue ayudando a mi prima el día de la inauguración, y también me guardo que antes de las dos horas ya me había tomado un ansiolítico, porque los gritos de los niños me alteraron los nervios.
—Eso es bueno —me dice, mientras me entrega un papel con una dirección—. Vaya a las tres y cuarto, que tengo una entrevista cancelada a esa hora. No llegue tarde. Nunca llego tarde a ningún sitio salvo a mi propia felicidad. A las tres y diez me encuentro llamando al timbre del portero electrónico del edificio más exclusivo del Seúl; Torre Caelus.
Un mayordomo me hace pasar al piso y me conduce a un despacho que me deja sin aliento. Libros... miles de libros en estanterías de roble. Me acerco a leer algunos títulos y me sorprendo al encontrar Orgullo y prejuicio, mi preferido. Justo cuando estoy a punto de sacarlo, se abre la puerta y entra una mujer.
No sé por qué, pero su rostro me resulta vagamente familiar. Ella me mira y veo que vacila. No hay duda, le incomoda mi presencia.
—¿Qué quiere de mí? —me dice de pronto.
La observo asombrado. No me esperaba algo así.
—Eso debería preguntar yo, ¿no le parece? Vengo por el empleo de profesor, señora.
Ella parpadea varias veces y revisa sus papeles.
—Usted no es Lee Min Ah —afirma.
Y entonces entiendo su confusión. Ella esperaba a otra persona; es evidente que la agencia no la ha informado de la cita cancelada.
—No, discúlpeme. Mi nombre es Kim Jaejoong. Ha habido un cambio de último momento y...
Se aparta el pelo de los ojos y frunce la nariz, mientras me mira con descaro de arriba abajo. Me siento como un insecto bajo el microscopio.
—No es lo que buscamos —me interrumpe.
—¿Perdón?
—Usted no cumple los requisitos. No es lo que habíamos pedido.
—¿Y se puede saber cómo sabe que no los cumplo, si ni siquiera sabía mi nombre y no me ha preguntado nada de mi experiencia anterior? —pregunto indignado. Me vienen a la mente las palabras de mi terapeuta sobre hacerme valer y me cruzo de brazos, desafiante.
—No tengo por qué decirle nada, pero lo voy a hacer. Para empezar, es demasiado joven. Y su aspecto... Querido, definitivamente usted no es el tipo de profesor que tenemos en mente.
Mi rostro debe de estar como un tomate, a juzgar por el calor que siento en las mejillas. ¿Mi aspecto? ¿Qué tengo, por Dios? ¿Sarna, lepra? Y, sin querer, me encuentro observándome en el enorme espejo del despacho, escudriñando mi apariencia, buscando qué es lo que me hace tan indeseable.
Miro y miro y no encuentro nada. ¿Serán los vaqueros gastados? ¿Los tenis? ¿Serán mi cabello demasiado largo, o habrá visto el tatuaje que tengo en la muñeca?
¿Qué aspecto debería tener una profesor respetable? Sin duda no debería parecerse a ese adolescente descuidado que tengo frente a mí. Cierro los ojos cuando caigo en la cuenta de que yo no pondría a mis hijos en las manos de un hombre como él. Querría a alguien más parecido a Mary Poppins y menos a Lee Hong Ki.
—Entiendo... —murmuro.
—Me alegro de que así sea, querido. Y ahora, si me disculpa...
No sé por qué, una repentina sensibilidad me asalta de pronto y me nubla la vista. Es sólo un empleo de profesor... Entonces, ¿por qué me siento tan mal, tan despreciado? No encajo en ningún sitio. No hay un lugar en el mundo para mí. Con un nudo en la garganta, me meto en el ascensor y, cuando llego a la planta baja, una lágrima traicionera se me escapa. Me acerco a la pared de espejo y tomo la lágrima entre dos dedos, con cuidado, para que el poco delineador que me puse no se me corra. En ese momento se abre la puerta y, a través del espejo, mis ojos se encuentran con otros, enormes y cafés, por un eterno segundo. Sí, un segundo que parece transcurrir a cámara lenta, como en las películas. Abro la boca sin querer y, aunque me doy cuenta de que estoy quedando como un tonto, no puedo dejar de hacerlo. En mi vida he visto un rostro igual. Su simetría es perfecta. Su color es perfecto.
Y si sonriera lo sería aún más. Pero permanece serio, esperando que el histérico que ocupa el ascensor salga de él, así que me apresuro a darle el gusto. O lo intento al menos, ya que no me cede el paso. Miro hacia arriba y veo que me está observando con una expresión impenetrable. Trago saliva mientras lucho por mantener a raya mis impulsos de tomarlo de la solapa del impermeable y arrinconarlo contra la pared para morderle la yugular. Me impresiona lo alto que es, y también el color de sus ojos. Sus anchos hombros, su cabello de un largo que roza lo descuidado, su imponente presencia. Me quedo frente a él como hipnotizado...
Debe de pensar que soy un loco suelto, con este aspecto tan informal en un edificio de categoría. Y además me ha visto lloriqueando en el ascensor segundos antes. Qué horror.
Estoy seguro de que se debate entre hacerse el tonto y ser un caballero y preguntarme si necesito ayuda. O quizá no es nada de eso, tal vez está pensando que se ha olvidado algo en el coche y tratando de decidir si entra en el ascensor o va a buscarlo.
Ay, mierda. Mejor me marcho. ¿Qué gano con quedarme como un tonto mirando su boca, su mandíbula cuadrada oscurecida por la barba, el nudo de su corbata? Lo estoy radiografiando, maldita sea. Y, sin poder evitarlo, cierro los ojos y aspiro el aroma que emana de su cuerpo... De pronto me siento mareado. «Embriagado de deseo», como dicen en las novelas.
Tengo que irme ya y pedir hora con un psiquiatra, porque realmente estoy loco de atar.
Me muevo hacia la derecha y él anticipa mi movimiento y lo interrumpe cortándome el paso. Continúo con la vista baja y ahora lo intento por la izquierda. También me lo impide. O quizá son ideas mías. Tal vez lo que él quiere también es huir y el obstáculo soy yo. Frunzo la nariz y levanto la vista. ¡Sonríe! ¡Está sonriendo! Entonces lo está haciendo adrede... ¿Qué hago? ¿Le pido permiso? ¿Le pregunto qué está haciendo? ¿Me hago el ofendido? Cualquiera de las tres opciones serían aceptables.
Pero el Jaejoong que lucho por reprimir no está de acuerdo y lo que hace es sonreír descaradamente, mientras levanto los brazos y digo con una voz que desconozco:
—¿Bailamos?
Su sonrisa se hace más amplia, pero no dice nada, y yo me quiero golpear la cabeza contra la pared tres veces y caer inconsciente a sus pies para evitarme esta vergüenza que estoy pasando. Y, de paso, probar sus labios cuando intente las inevitables maniobras de reanimación. Esa idea comienza a cobrar forma con tanta fuerza que temo que al loco de mierda que llevo dentro se le ocurra ponerla en práctica, así que aprovecho que está entrando más gente en el vestíbulo y que él se distrae.

Con un rápido movimiento, me escabullo ante sus ojos y salgo corriendo a la calle. Continúo mi carrera enloquecido hasta llegar a la camioneta, porque tengo miedo de pararme en seco y darme la vuelta sólo para ver si me está mirando. Y si lo hace, ¿qué? Niego con la cabeza cuando me doy cuenta de que lo que temo es que no lo haga.



Ya se está poniendo más interesante la cosa XD espero y les esté gustando dejen un comentario para saberlo, gracias por leer ^^/ bye bye~ 

5 comentarios:

  1. jajajaja Junsu!!! pero a que psicólogo mandaste a Jae XD
    pero ha llegado el sabio y moderno Changmin a ayudar a Joongie wiiiiii

    kekekeke esa tipa es una desubicada <. < tratar asi a Jae solo porque no esta bien vestido, como siempre todo es por la apariencia U.U

    oh oh!! me late que esa galanazo es....es aaaaaw una galan XD jejeje

    ee esta poniendo bueno!!! esperaré la próxima actu ^^

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  2. a que es yunho!! pero q se me hace q va a tener algo q ver con esa maldita bruja! adadada pobre de mi boo esta sufriendo mucho
    ojala todo cambie cuando se encuentre con yunho sadad gracias x la actu espero el sig con ansias ^^

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  3. Esa tipa odiosa mira q tratar a jae asi :/ mi primera teoria q pensava q el psicologo era yunho me equivoque ahora me pregunto si yunho sera el papá d la niña a quien jae .l daria clases. Esta muy buena esta adp ** gracias por compartir amigaaaaaa <3

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  4. Yo también creo que es Yunho hdjdhd y le sonrió... Aquí hay gato encerrado :B Creo que Jae debe dejar salir al loco Jaejoong mas seguido c: ... Ya te dije que está muy interesante esta adaptación, bb? Iluuuu Lo estás haciendo muy bien -3-

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  5. Ya sabemos porque JS es asi con.esos.psicologos jajajaj vamos jae saldras de ello ^~^ esta muy bueno karla gracias ppr compartirloo^~^

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