martes, 23 de septiembre de 2014

Entrégate Capitulo 10


Capítulo 10


—¿Diálisis? —pregunto asombrado.
—Diálisis —repite el ama de llaves.
Me la quedo mirando sin saber qué decir. Hace unos minutos se han llevado a Yunho en ambulancia bastante estabilizado, para asegurarse de que estaba todo bien. La histérica de Go Ara se ha metido dentro del vehículo y, a través del cristal, he podido ver cómo me fulminaba con la mirada. No me he atrevido a contrariarla más, pero hubiese querido ser yo el que fuera con Yunho en la ambulancia. Absolutamente angustiado, me he quedado de pie en la acera, sin saber qué hacer, hasta que alguien me ha tomado del brazo y me ha llevado nuevamente al interior del edificio.
—Venga, joven —me ha dicho—. Soy Bora, el ama de llaves. Le prepararé un té; sinceramente, su palidez me asusta...
Me he dejado llevar. No podía salir de mi estupor, de mi pesar. Me dolía el alma por Yunho, porque no sabía qué había pasado, qué era lo que tenía y cómo iba a evolucionar su estado de salud.
Y aquí estamos, tomando un té sentados a la mesa de la bellísima cocina, decorada con la misma calidez del despacho. En cambio, el vestíbulo y la enorme sala parecen fríos y asépticos con su estilo minimalista, idéntico al del bufete, donde el blanco casi deslumbra.
Observo a la mujer en silencio, abrumada aún por lo que me acaba de decir. Diálisis. Mierda, eso suena a... grave. Yunho está muy enfermo. Yunho tiene algo muy malo... Ay, Dios.
—¿Qué es lo que tiene?
—Perdió un riñón hace diez meses. Tiene que someterse a diálisis todas las semanas durante un año, así que ya le queda poco —me dice. ¿Perdió un riñón? Pero ¿cómo...? ¿Un tumor, un accidente? No me atrevo a preguntar, pero darme cuenta de la magnitud del problema me hace estremecer. Y es evidente que algo anda muy mal, si no, en este preciso instante quizá estaría besándome intensamente y no camino de un hospital. Bora espera pacientemente que yo asimile la información que me acaba de dar.
—¿Y hoy le tocaba? ¿Por eso estaba tan mal?
Me sirve más té mientras responde:
—A veces no reacciona del todo bien al tratamiento. Por eso ha optado por no ir al bufete ese día. Pero no se preocupe, joven. Dentro de un rato estará de vuelta, refunfuñando como siempre.
Sonríe, y esa familiaridad que adivino detrás de sus palabras me anima a preguntar más.
—Por favor, llámeme Jaejoong. ¿Hace mucho que trabaja en esta casa?
—Mucho. Hace más de quince años que trabajo aquí. ¿Por qué lo pregunta?
—Bueno, es que... el señor Yunho me ha ofrecido empleo y quería saber qué tal es como jefe — miento. Lo que en realidad quiero saber sería demasiado invasivo para la intimidad que intuyo que ella querrá proteger a toda costa.
—¿Le digo la verdad? Es terrible. Sólo lo soporto porque es mi sobrino. ¡Su sobrino! Qué raro. Abro los ojos asombrado...
—Me ha dejado helado —le digo.
—Sí, ya me he dado cuenta. Es que prefiero trabajar para Yunho antes que para otras personas a las que no quiera tanto. Y ahora esa niña es mi vida... La niña. De pronto recuerdo su carita asustada detrás de la cortina, mientras todos corrían alarmados y Yunho estaba inconsciente en el suelo. Si algo me ha impedido intentar reanimarlo con respiración boca a boca, ha sido ese pequeño rostro que nos miraba aterrorizado. Eso y la loca de Go Ara, que me gritaba que me alejara de él.
—Su hija... —murmuro—. Ella ha visto cómo su padre... La pequeña lo ha visto todo, Bora. Lo ha visto tendido en el suelo y cómo se lo llevaban en camilla. ¿Dónde está ahora? ¡Debe de estar muy asustada!
—No se preocupe, Jaejoong. Está en su habitación con Lyu, la criada. Ha Ni Ah está acostumbrada a ver escenas como ésta. Desde que conoció a su padre, no ha hecho más que verlo así.
—¿Qué edad tiene?
—Cuatro años —me dice—. Los cumplió en septiembre. Es un pequeño sol.
—Es muy guapa, sí. Pero ¿cuánto hace que Yunho, digo, el señor Yunho, está enfermo? Creía que había perdido el riñón hace menos de un año, pero usted dice que la niña ha visto a su padre mal desde hace mucho tiempo.
—Y así es. Ha Ni Ah vino a vivir a esta casa después de... del incidente. Ella nació en Venecia, y podría decirse que conoció a Yunho el año pasado, cuando regresó con su... madre.
No salgo de mi asombro. Detrás del hombre que me tiene tan fascinado, hay una historia demasiado dramática. Mi alma se debate entre continuar preguntando y alejarme. Es inútil. Nada de lo que le haya pasado o de lo que le vaya a pasar puede resultarme indiferente. Necesito saberlo todo de él. Sé que me dolerá su pasado, y que su presente será peor, pero no puedo sustraerme a lo que él me provoca. ¿Qué me provoca? Mucha ansiedad. Deseos de cuidarlo, de protegerlo. Terribles ganas de conocerlo más y más. Quisiera sumergirme en la inmensidad café de sus ojos y acariciar su alma. Quisiera introducirme en su cuerpo y sanar sus heridas. Quisiera tantas cosas... Aparto de mi cabeza las más lujuriosas y me concentro en lo que realmente importa ahora. El incidente. ¿De qué estaría hablando? Se lo pregunto:
—¿A qué se refiere con el incidente, Bora? Disculpe mi atrevimiento...
—No sé si debo... Jaejoong, se trata de algo terrible. Algo muy doloroso con lo que jamás esperábamos enfrentarnos en esta familia. Y sin embargo sucedió. Prefiero no hablar de eso ahora... — me dice con lágrimas en los ojos. Pero de pronto su expresión cambia cuando su mirada se dirige a la puerta—. ¡Hola, tesoro!
Me vuelvo rápidamente y veo entrar a la niña, vestida de rosa, con el pelo revuelto y la rana verde que no parece muy limpia.
Ella me observa con el dedo en la boca. Parece una muñeca, hermosa y triste. Esta pequeña es hija de Yunho, es un trozo de él, y probablemente lo más lindo que ha hecho en su vida. Junto a Go Ara. Mierda...
—Quiero dolce de leche —susurra con su vocecita de duende.
—¿Cómo se pide? —pregunta Bora, intentando sonar enojada. Ha Ni Ah se encoge de hombros.
—No lo sé —murmura y luego sus hermosos ojos cafés, idénticos a los de su padre, me miran como preguntando la respuesta.
La saco del apuro. Mis labios esbozan un mudo «por favor» y ella me entiende y sonríe.
—Por favor, quiero dolce de leche —dice finalmente.
Bora también ríe y abre la nevera para complacerla. Le sirve un poco en una taza con el dibujo de Dora la Exploradora.
—Siéntate, Hani. ¡Upa! —exclama, mientras la sube a la silla. La pequeña y yo quedamos frente a frente. No sé si de verdad quiere el dulce, porque sólo mueve la cuchara en la taza y no deja de mirarme.
—¿Quieres? —pregunta de pronto.
No me gusta el dulce de leche. Nunca me ha gustado, pero no quiero rechazar una oferta hecha de forma tan encantadora.
—Bueno.
Ella me alcanza la cuchara y pruebo un poco. No está tan mal.
—Rico —le digo. Y agrego—: Soy Jaejoong.
—El fidanzatto de papá —afirma y a mí me entra un incontrolable acceso de tos.
—¿No te dije que es de mala educación hablar en italiano cuando los que estamos presentes no lo hacemos? ¡Es como hablar en secreto! Muy feo, Hani. Si estás preocupada por papá, te diré que en menos de lo que canta un gallo estará de vuelta, y más gruñón que antes —interviene Bora, sonriendo. Es evidente que no se ha dado cuenta de lo que la niña ha dicho: «él novio de papá». ¿Cómo se le ocurre algo así? ¿Yunho habrá dicho algo de mí o será una simple expresión de deseo? Si Go Ara se enterara de esto... Cada vez me convenzo más de que viven bajo el mismo techo pero separados. Si no es así, no me explico tanto descaro.
Ha Ni Ah es tan linda... Su inocencia me enternece. Niego con la cabeza disgustado. No puedo permitirme sentimientos por esta niña. No puedo permitirme sentimientos por su padre. No puedo ni debo. Pero me cuesta tanto...
Ella me mira alzando las cejas. Sonríe la muy pícara.
Me hago el desentendido y me pongo de pie.
—Debo irme, Bora.
—¿De veras, Jaejoong? ¿Aceptará el empleo? Se lo pregunto porque, conociendo a Yunho, es lo primero que...
—¿Él le ha hablado de mí? Es decir, ¿le ha dicho que pensaba contratarme?
—Así es. Yunho me lo cuenta todo. Bueno, casi todo. No me había dicho que era tan guapo, pero yo lo adiviné. Sus ojos me lo contaron... Uy, esto es una conspiración. Primero la hijita. Y ahora la tía/ ama de llaves. Si es así, bendita conspiración. Ese hombre me llega al alma. Primero al cuerpo y luego al alma. No me había pasado algo así desde... ¿A quién quiero engañar? Nunca me había pasado algo así. En mi vientre se está gestando una creciente inquietud. Necesito saber de él, cómo está, si siente dolor, si volverá pronto... Me guardo mis necesidades, me reservo mi ansiedad. Tengo que irme ya. Cuando estoy a punto de salir, siento que alguien me tironea del pantalón, Ha Ni Ah me mira desde su pequeña estatura. Me acuclillo a su lado.
—¿Qué pasa? —le pregunto, tocándole la nariz.
—Portami con te... —me pide con un tono esperanzado que me destroza el corazón. Le acaricio el pelo.
—Cara, devi aspettare a papa —le digo, y luego me dirijo a Bora y le pido en el mismo tono esperanzado:
—No olvide llamarme para ponerme al tanto de cómo se encuentra Yunho.

Menciono su nombre casi con descaro. No tengo que fingir una distancia inexistente entre él y yo. Bora se ha dado cuenta de que Yunho es más que el señor Yunho para mí. Lo que no sabe es cuánto más... Y ni yo mismo lo sé.


3 comentarios:

  1. La hija de YH es amor puro y jae no puede resistirce a ninguno de los 2 ..^_^

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  2. aww la niña es un amor espero q se siga llevando bien con jae :3
    pobre yunho q habra sucedido en el pasado para q este asi :C
    sdada gracias x el capo esta muy interesante ^^

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  3. ooouch! pobre Yunho que haya perdido uno de sus riñones U.U, me preocupa su estado :3

    aaaaw esa niña es un solsito *w*

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