Capítulo 7
Mientras
desayuno, leo el periódico y marco dos anuncios clasificados. Piden un administrativo
con experiencia, creativo, emprendedor, con deseos de crecer. Frunzo el cejo
porque sé que los requisitos son eufemismos que significan una sola cosa:
el-sueldo-es-una-mierda. Suspiro y continúo removiendo mi café.
Qué
mañana tan gris. Igualita que mi estado de ánimo... Es que lo de anoche fue la
gota que colmó el vaso. ¡Encontrarme con Yuu en la disco! Y encima acompañado.
Lo que más me molestó fue mi reacción.
El
hecho de que bailara y riera con una chica no fue lo que detonó mi mal humor,
sino lo que hice al verlo. Me paré en seco, tanto que se me torció un tobillo.
Me quedé paralizado un momento y luego tomé a Junsu del brazo y lo arrastré
fuera del local, cojeando. Hay una veintena de discotecas en la ciudad y me voy
a topar en ésta con mi ex. Maldita suerte. Resultado: noche arruinada.
Terminamos bebiendo en el piso de mi amigo y hoy me he levantado con resaca. La
cabeza se me parte de dolor.
Aun
así, me sobrepongo y hago las llamadas. Concreto dos entrevistas para el lunes
y también logro sendas citas con los abogados del bufete que me recomendó el
antipático señor Jung.
Se
me revuelve el estómago sólo con mencionar su apellido. Y más aún cuando
recuerdo su frasecita final, que terminó de trastornarme el día: «Ha sido un
placer...».
Ya
no me excita, es más, me desagrada profundamente que un hombre que momentos
antes me había tratado como a un insecto, se despidiera diciendo eso. El
hipócrita Jung Yunho me cae muy mal y es una suerte para él que mis calamidades
no sean «su especialidad». Espero que sus socios no sean así, porque de lo
contrario van a conocer al furibundo Jaejoong. Y si me cruzara con Yunho, le
convendría ponerse a rezar, porque le diría todo lo que pienso de su agitada
respiración, su partida de vaya a saber qué y su dichosa frase tan hipócrita
como él. ¡Hablar contigo no fue un placer, Señor Soberbio! Uf, no vale la pena
que me ponga así.
Es por el período aunque no sangro como las
mujeres los síntomas son casi lo mismos. Es el primero desde... bueno, desde el
accidente. Me recuesto en mi cama y me llevo el ordenador. Tengo el blog tan
descuidado últimamente... Me ha caído una reprimenda de Junsu debido a eso, así
que me dedicaré a él durante el día de hoy, aun con dolor de cabeza, pues ya me
ha pasado que escribiendo todo mejora.
Si
no fuese así, no sé cómo hubiese sobrevivido a mi vida con Yuu. Vamos a ver...
Pienso un poco. Ya lo tengo. Tomo un sorbo de café y luego escribo: «Amor a
primera vista: ¿mito o realidad?».
Y
con ese título tan trillado, tengo entretenimiento para rato, y la cuota de
felicidad que necesito para enfrentar este sábado gris.
La
entrevista con el señor Kyu Jong no fue tan mal. Me pareció muy amable y
paciente, nada que ver con el estúpido de su socio, el «Señor Ha Sido un
Placer», que espero no conocer nunca.
Heo
Young Saeng me dijo lo que esperaba:
—Tengo
que estudiarlo, lo llamaré en unos días. Y estoy seguro de que el otro, el
señor Jong, también me dirá lo mismo, pero tengo que exponerle el caso. La sala
de espera es amplia y está decorada en estilo minimalista. Una enorme recepción
y luego numerosos despachos a un lado y otro de un largo corredor. Cojo una
revista mientras espero que la secretaria pechugona me haga pasar a la
entrevista número dos. De pronto, algo distrae mi atención. A unos metros de mí,
veo dos personas que parecen estar discutiendo dentro de un despacho
acristalado. No puedo distinguirlos bien, pero está claro que se trata de un
hombre y una mujer. Él permanece inmóvil y ella gesticula exageradamente... La
pechugona está al teléfono, mientras ríe y mastica chicle, todo a la vez. Esto
va para largo, lo que no está nada bien, porque tengo una cita para un puesto
administrativo a las tres. Si la cosa continúa dilatándose, la perderé. La
pareja continúa discutiendo tras el cristal. ¿Qué le estará reclamando la
mujer?
El
curioso Jaejoong se muere de ganas de ponerse en pie y acercarse con disimulo
al soberbio despacho. ¿No sabe que la curiosidad mató al gato? No puedo con
ella; dejo la revista y le hago caso. Me acerco despacio, simulando admirar
unas pinturas que adornan el corredor, y cuando estoy a un paso, me detengo y
aguzo el oído. Nada, no se oye nada. No tengo más remedio que mirar, así que me
vuelvo con cara de tonta y... ¡Ay, Dios! A través del cristal lo veo. Es él.
Ojos cafés, ascensor, corbata, ¿bailamos? ¡Es
él!
Es
más guapo de lo que recordaba. Tiene el cabello húmedo y casi puedo oler su
aroma desde aquí. Está en mangas de camisa, recostado en un fichero, en una
actitud entre indolente y aburrida, mientras escucha a la mujer que parece
reprenderlo airadamente.
Pero
¿qué mierda...? ¡Carajo! Es la mujer del Torre Seúl, la que prácticamente me
echó sin entrevistarme para el empleo de profesor. «No es el tipo de profesor
que tenemos en mente.»
Recuerdo
cada una de sus palabras, su confusión inicial, su postura altiva y sobre todo
no me olvido de su mirada cargada de desprecio.
¿No
decía yo que mi suerte está maldita? La fiera de ojos cafés es el marido de la
bruja. ¿No era suficiente con que estuviese casado? ¿Tenía que estarlo con ésa?
Cierro los ojos, frustrado. Un bofetón más y me entrego. Mierda, mierda,
mierda. ¿Cuántas posibilidades tenía de volverlo a ver? ¡Cero! ¡Cero coma cero!
Y me lo encuentro en el bufete y hablando con la mujer más desagradable del
mundo. Un momento, ¿qué es lo que me hace pensar que son marido y mujer? No lo
sé, pero hay algo en la actitud de ella que refleja... intimidad. Eso, más el
hecho de haberlos conocido a ambos en Torre Seúl... ¡Madre mía! Están juntos,
está más que claro. Me molesta que el destino sea tan cruel. ¿No bastaba con no
ponerlo nunca más en mi camino?
¿Tenía
que demostrarme que jamás será mío de esta forma? Tengo ganas de llorar, ganas
de soltar un alarido, de dar patadas en el suelo como un niño caprichoso. No me
muevo, pero al parecer la intensidad de mis pensamientos es tal que de pronto
sus ojos se desvían de la mujer y se fijan en mí. Me quedo paralizado mientras
la mirada café me envuelve y luego me siento flotar. Todo se desdibuja a mi
alrededor y siento que sólo estamos él y yo, entre cristales y espejos y ya no
importa nada más.
Me
reconoce, vaya sí lo hace. Puedo ver cómo sus pupilas se dilatan, y ahora sus
ojos no son cafés, son más oscuros, pero igual de misteriosos, igual de
magnéticos. Me dejo llevar por ellos y me quedo sin aliento. La bruja se mueve,
buscando algo en su bolso, y ahora sí que toda la atención de él es mía. Me
mira con descaro, entreabre los labios y esboza una sonrisa. No puedo
soportarlo más. Está con su esposa y me sonríe a mí. Se me contrae el estómago
y un fuego desconocido se abre paso entre mis piernas. Intento contenerlo, pero
es como lava ardiente. Nunca me había sentido tan vulnerable en todos los
sentidos. Trago saliva y me concentro en lo que importa: en lo mucho que
aborrezco ese tipo de comportamientos solapados. Frunzo el cejo y él hace lo
mismo.
Es
como si me mirara en un espejo. Y, al parecer, la bruja nota que pasa algo a
sus espaldas, porque se vuelve de pronto y también me observa. Cuando nuestros
ojos se encuentran, puedo ver el disgusto y luego el miedo en su mirada.
Entiendo lo primero, pero ¿lo segundo? No lo comprendo ni quiero hacerlo.
Salgo
disparado hacia el ascensor. Ya no me importa la entrevista número dos. Sólo
quiero salir de allí.
—Vamos,
vamos, vamos —le digo al botón luminoso, mientras lo oprimo una y otra vez.
Siento pasos a mi espalda, justo en el momento en que llega el ascensor, y me
lanzo dentro sin mirar atrás. Respiro aliviado, mientras me sujeto de la
baranda. Pero la puerta no se cierra... Levanto la vista y lo veo. Allí, detrás
de mí, mirándome a los ojos a través del espejo. La fiera detiene la puerta con
la mano mientras respira agitado. Y habla:
—No
te marches —me dice con voz ronca. «No te marches»... Eso sonaría tan bien en
otras circunstancias, en otra vida, en una en la cual no exista esa mujer que
no me conoce, pero igualmente me odia y me teme, y ni siquiera me importa el
porqué. El único por qué que me importa tiene que ver con la insólita petición
de los ojos cafés que ahora hablan. Sé que no debo hacerlo, pero no puedo
contenerme y pregunto:
—¿Por
qué...? —Apenas me sale un hilito de voz y trago saliva para aclararme la
garganta
—¿Por
qué me pide eso? —pregunto al fin.
Lo
que me dice a continuación hace que me explote la cabeza. De verdad, me la
vuela en pedazos, y mi corazón se derrite lentamente... Y me olvido de todo,
mientras en lo único que puedo pensar es en las ganas que tengo de hundir mi
rostro en el hueco de su garganta.
—Porque
quiero bailar contigo.
Es
igual que en el primer encuentro. Él en la puerta. Yo mirándolo a través del
espejo. Me vuelvo lentamente y doy un paso al frente, sé que tengo las mejillas
sonrosadas y mis ojos brillan. Esta vez no me cierra el paso. Esta vez no viene
al caso mi extraño sentido del humor. En esta ocasión no hay un «¿Bailamos?».
Tengo más que claro que quiere bailar conmigo. Se aparta sin soltar la puerta
automática y yo salgo del ascensor. Estamos de pie, el uno frente al otro,
mirándonos sin decir nada.
Somos
dos desconocidos que compartimos unas ganas enormes de respirar el mismo aire,
de perdernos en la profundidad de nuestras miradas, de asomarnos al alma del otro
para echar un vistazo, justo antes de fundir nuestros cuerpos en el fuego que
nos consume por dentro. Eso, nada más. Y, a nuestro alrededor, el mundo
continúa girando... Pero este momento mágico no podía durar demasiado. Oigo el
sonido de tacones a mi espalda y la irritante voz de la bruja, gritando:
—¡No
le hagas caso! ¡Es mentira! ¡Fue culpa de él!
¿Qué
carajo está diciendo? No puede referirse a mí, pero aun sin volverme me doy
cuenta de que sí lo hace. Pero no tengo ni la menor idea de qué está hablando.
Ojos cafés abandona los míos y la observa con disgusto.
—¿Qué
dices, Go Ara? Deja de gritar, por favor.
No
puedo creer que le hable así a su mujer. Bueno, después de todo, se trata de un
hombre que la ha dejado con la palabra en la boca para... para invitarme a
bailar. Se abren varias puertas y comienza a salir gente de los despachos,
alarmados por los gritos de la bruja. La tal Go Ara parece desesperada. Me mira
como si yo fuese el diablo en persona. Y eso que hoy estoy bastante
presentable, con mi traje negro y zapatos perfectamente combinados... No la veo
celosa, más bien la veo aterrorizada.
—¡Kyu!
¡Dile que no fue por mi culpa! —grita, acercándose al abogado especialista en
accidentes de tráfico.
—Go
Ara, tranquila. Nadie te está acusando de nada —le dice éste, tomándola del
brazo. Al parecer intenta alejarla de allí.
—¡Me
quiere encerrar, estoy segura...! ¡Y también dejarme en la calle! Ojos cafés
está enojado. La mira como si estuviese loca, y la verdad es que no puedo
culparlo.
—¿De
qué habla, Kyu? —pregunta con calma inusitada.
—No
es nada, Yunho. Luego te lo explico —murmura, mientras arrastra a la loca a su
despacho. Yunho. Lo ha llamado Yunho... ¡La madre que me parió! ¡Yunho! ¡Ojos
cafés es Jung Yunho, más conocido dentro de mi cabeza como el hipócrita «Ha
Sido un Placer»! Si estaba sonrojado, ahora estoy de un rojo subido. Resoplo y
mi flequillo se agita. A él parece gustarle, porque dirige su mirada a él y
sonríe.
—Empecemos
por lo primero. Jung Yunho —me dice, tendiéndome la mano. Me la quedo mirando.
Es enorme, uñas cuidadas cuidadas, dedos largos. Le ofrezco la mía, que se
pierde en el apretón, que dura más de lo conveniente.
—Kim
Jaejoong —le digo simplemente.
—Kim
Jaejoong —repite y su sonrisa se hace más amplia
—Sabía
que tu nombre sería tan dulce como tu rostro.
¿Por
qué me dice esas cosas? ¿Por qué me hace sentir tan...único? Ya avanzamos, nos
acabamos de presentar. En una sola frase ha elogiado mi nombre y mi cara. Pero
nada de eso cambia el hecho de que tiene mujer y... ¿Tiene mujer? ¿Realmente la
tiene o es otra forma que tiene mi psique de boicotearme un momento único?
¿Cómo se lo pregunto sin sonar descarado? Después de todo, me ha dicho «dulce»
y que quiere bailar conmigo. Sus intenciones de flirtear son claras. ¿Estaría
muy mal que aclare el punto de si está casado o no? Ay, Dios. ¡Qué dilema! Y
mientras tenga mi mano apretada en la suya, no puedo pensar. Me dejo llevar por
lo que siento, bajo la vista y sonrío.
—Y
cuando sonríes eres más dulce aún. Ven, vamos a mi despacho —me dice, sin
soltarme la mano. Y el osado Jaejoong camina tras él mordiéndose el labio,
mientras desea que sea Jung quien lo haga por él de ahora en adelante.
En lo personal me encanto este capítulo y se viene
lo mejor /o/ Perdón por tardar tanto en actualizar es que mi
compu murió por unos días u.u pero ya estoy de regreso
y subiré
varios capítulos :D gracias por leer y comentar.
Ohhhh q capitulo *o* esa Ara como siempre una pesada XD y este yunho supuestamente frio seco e insencible y termino fascinandole a jae *q* ame el cap . Muchas gracias karlita -la abraza-
ResponderEliminarahhh fue ella quien lo atropello pero jae no recuerda o no sabe
ResponderEliminarash es tan odiosa e,e adada se encontraron por fin y se nota a leguas q yunho esta interesado en el *O* gracias x la actu esta muy interesante !
Porfin el encuentro… y que mejor en el ascensor… me encantooo gracias por actualizarrr ^_^
ResponderEliminaroh por kami-sama!! esas últimas palabras de Yunho derriten a cualquiera, JaeJoong ese hombre anda tras tus huesos *w*
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